domingo, 9 de octubre de 2011
Entendelo amor.
¿Otra vez? Sí, otra vez. Lo veo venir, de nuevo, y yo simplemente no quiero, siento que me harté, que estoy más frágil que nunca, que mi fortaleza se podría desmoronar en un santiamén. Por eso no voy a ponerla a prueba. Por eso te digo que NO, que cuando era tiempo hubo tiempo, tuviste tiempo y elegiste. Sí señor, elegiste. Tu vida y tus cosas, tu gente. Entonces, es como decía Benedetti en un poema: Te dejo con tu vida, tu trabajo y tu gente, con tus puestas de sol y tus amaneceres. Si pensás volver POR MI, como quien vuelve atrás porque olvidó un pañuelito tirado en la vereda, olvídalo. Si pensás volver POR MI, pensando en que lo hacés por mí, olvídalo. Estoy mucho mejor sin vos (aunque no lo entiendas, claro. Porque vos no lo entendés, porque vos NO SOPORTÁS, simplemente, estar solo. Estar sin un beso femenino sobre los labios, aunque ni siquiera sientas amor por ellos) . Ahora mis horas y mis días me pertenecen. Tengo entre las manos un puñadito chiquitito de sueños que no renuncié cuando te desviaste del camino, cuando me dijiste hasta acá puedo (sin decirlo, claro. Porque a vos las palabras casi siempre te costaron) . Te dejé atrás, porque sé que ni el cariño, ni las promesas de amor eterno bastan para hacer que otro se juegue por vos (quizás una causa que ya se considera perdida de antemano, o poco valiosa simplemente) . Lamento decirte, muchacho, que mi presente no tiene lugar para tu rostro y tu cuerpo, tu abrazo, tus miedos, tus deseos, tu espacio reducido para mí. Se acabó lo que se daba. Se agotó la fuente, y ya no me siento responsable por tu sed.
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